Nuevos enfoques en el BCRA

bcraLa adaptación del programa monetario 2010 a mediados de ese año, la publicación del programa monetario 2011 y las últimas medidas regulatorias adoptadas, muestran una orientación del Banco Central significativamente distinta a las anteriores administraciones de la entidad.

Las formas de construcción de la política monetaria, tanto las de la anterior gestión como las de la actual, tienen una orientación ideológica concreta, aunque las teorías utilizadas sean distintas.

Resulta interesante comenzar por analizar las proyecciones monetarias de los últimos años para luego centrarnos en el programa para 2011. En la presentación del programa monetario para 2008, cuando ya había eclosionado la crisis internacional, la política monetaria se diseña a partir de las ideas de un ex presidente de la Reserva Federal. Dice el BCRA: “En este contexto de incertidumbre surge el modelo de administración de riesgos aplicado a la política monetaria que propugnó Alan Greenspan” (…) “En otras palabras: se trata de agregarle a los modelos el valor del juicio propio del hacedor de política monetaria (…) atendiendo la particularidad de cada caso, anticipando tendencias sin sujeción a un esquema intelectual o ideológico predeterminado”.

Sin embargo, esta no sujeción a un esquema ideológico predeterminado, para el BCRA no consistía más que en aplicar a las recetas monetaristas la “novedad” de la flotación administrada del tipo de cambio y la acumulación de Reservas Internacionales. El programa 2008 identifica tres pilares, que son también sostenidos en el Programa 2009, cuando la crisis internacional se había acentuado significativamente. El primer pilar es lograr el equilibrio en el mercado financiero, entre la oferta y demanda de dinero, una definición que parece dejar al mercado la perseguida nivelación.

El segundo pilar es el de la política financiera anticíclica, basada en el fortalecimiento del sistema financiero y en la acumulación de Reservas Internacionales. El tercer pilar es la flotación administrada del tipo de cambio, entendido como factor esencial para la competitividad de la economía y como ancla de precios.

Con relación al escueto Programa monetario de 2010, no cambia la orientación ya descripta, aunque reconoce explícitamente como un objetivo “un estricto control de la expansión de los agregados monetarios”.

Este párrafo ha sido clave, puesto que la expansión de los medios de pago (M2 total) prevista originalmente para un año de gran crecimiento y recuperación como 2010, alcanzó el 18, 9 por ciento máximo, cuando el PBI nominal, una variable que determina la necesidad de dinero para transacciones en la economía, creció aproximadamente un 28 por ciento.

De allí la necesidad de la revisión del Programa Monetario de 2010 que la nueva conducción realizó para el segundo semestre de dicho año, adaptando el crecimiento del M2 total al crecimiento nominal de la economía. Si la política monetaria se hubiera conducido para respetar el programa original, habría derivado en dificultades en los pagos y en la producción total.

En comparación, el Programa Monetario 2011 también se encuadra dentro de un enfoque ideológico, aunque muy distinto al de los años anteriores. Dice el citado documento que “la política monetaria tiene un rol que cumplir en la esfera del desarrollo económico. (…) La estabilidad monetaria se concibe en un sentido amplio y se inserta en la orientación general de la política económica, partiendo de las condiciones de equilibrio fundamentales del sector externo y fiscal”.

Es el sentido contrario de lo que representa un Banco Central centrado exclusivamente en el valor de la moneda. Para escapar a estos condicionamientos, buscando los grados de libertad que permite la actual Carta Orgánica y que no usaron las anteriores conducciones de la entidad, el Programa Monetario de este año deja bien en claro que “ha quedado demostrado que la estabilidad de la moneda no puede obtenerse al costo de la pérdida de competitividad de la economía, el endeudamiento excesivo, la recesión, y la fragilidad financiera, ni como resultado de la renuncia a las herramientas básicas de la gestión macroeconómica”.

Grandes líneas
A partir de estas definiciones, se trazan siete grandes líneas de acción para este año. Cuatro de ellas responden a las guías de los anteriores programas, pues hacen al manejo específico de la política monetaria y su vinculación con el modelo global aplicado durante todos estos años. Ellos son: el control de los agregados monetarios en orden a la estabilidad; la flotación administrada del tipo de cambio; la acumulación de reservas internacionales; y la regulación y supervisión del sistema financiero. A estos cuatro objetivos se agregan otros tres que resultan sin duda novedosos en el seno del Banco Central: la profundización del crédito productivo, la macroregulación prudencial de los flujos de capitales financieros de corto plazo; y la universalización del acceso a los servicios financieros.

Con respecto al crédito privado, además de prever un fuerte crecimiento, se informa que se continuará con el proceso de licitaciones del fondo del Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario, aumentando la diversificación sectorial, que ayudará a apuntalar, según la opinión del BCRA, el crédito destinado al sector productivo y a la inversión. Este programa, sin duda va en una dirección similar a nuestra idea de orientación del crédito, presentada en el proyecto de ley de Servicios Financieros para el Desarrollo Económico y Social, y en el proyecto de ley de modificación de la Carta Orgánica del BCRA.

El control de los flujos de capital de corto plazo es esencial, puesto que son los que más amplifican los efectos de los sucesos externos, y es también una decisión totalmente lógica pero que la doctrina neoliberal y muchos de sus cultores no aceptan. Por último es una decisión a destacar que se incorpore, como una línea de acción que rige el programa monetario, la universalización del acceso a los servicios financieros, para que éstos lleguen en tiempo y forma a los lugares e individuos que los necesitan, y que hoy están desprotegidos. Hay una alta coincidencia conceptual con lo que proponemos en la Ley de Servicios Financieros en este punto.

El Banco Central ya ha estado tomando medidas en este aspecto, como la reglamentación de la cuenta gratuita universal. Otro avance lo constituyen las recientes normas para autorización de sucursales, por las cuales solicita, además de los recaudos habituales, que para abrir sucursales en las ciudades más importantes (zonas I y II en la normativa del BCRA) deben haber abierto, con anterioridad, sucursales u otras agencias operativas en las zonas III y IV, que engloban a las ciudades y pueblos de menor población. La normativa exceptúa del cumplimiento a los bancos públicos, y en algunos casos específicos a entidades privadas. Esta normativa es un primer avance del Banco Central hacia la universalización de los servicios financieros, aunque deben generarse mayores incentivos para la instalación de sucursales y casas de menor jerarquía para aquellas entidades que tienen vocación de estar presentes en el interior.

También acaba de incrementarse el límite para el seguro de garantía de los depósitos a 120.000 pesos, actualizando los 30.000 pesos que estaban vigentes desde 1998 y que ya no cumplían con su propósito. Esta medida resulta similar a la propuesta en el Proyecto de Ley de Servicios Financieros, que lleva la garantía a 100.000 pesos, aunque nuestro proyecto avanza más y propone la creación de un sistema estatal de depósitos.

Coincidencias
Si bien en la presente nota se han comparado las acciones del BCRA con los proyectos de ley presentados desde nuestra diputación, ambos encuentran motivaciones totalmente distintas. El Banco Central lo hace en cumplimiento de su función como autoridad monetaria, mientras que desde la diputación se presentan las ideas con las cuales creemos que debe manejarse el sistema financiero, y se exponen al debate legislativo. Es necesario reformar en profundidad la legislación para que no haya que limitarse a los escuetos márgenes de libertad de la actual normativa en pos de mejorar la prestación de los servicios financieros.

Sin embargo, ambas prácticas tienen muchos puntos de coincidencia en la concepción de la actividad financiera y monetaria, su importancia como elemento vital para el desarrollo de las transacciones económicas, su vinculación con el modelo económico y el resto de las variables, y, partiendo de esta importancia, la necesidad de un decidido impulso regulador que la misma debe tener, para que sea consistente con el modelo que se viene aplicando desde 2003 y que esperamos se vaya profundizando.

Esta nota fue publicada en la Revista Debate el día 20.02.2010

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