Dos ideologías

Tiempo Argentino | Opinión

Por Carlos Heller

De los comentarios del presidente del BCRA realizados esta semana pueden seleccionarse dos ideas fuerza de difícil concreción conjunta, dadas las políticas actuales. 1) La necesidad de que los depositantes reciban tasas positivas en términos reales (es decir, descontada la inflación) para que crezca el sistema financiero, y 2) la importancia de la accesibilidad del crédito.

Federico Sturzenegger expresó: “los argentinos tienen sus ahorros fuera del sistema financiero, principalmente en activos inmobiliarios”, a la vez que sostuvo que “si no se ofrece una tasa de interés positiva equivalente en el sector financiero, los bancos seguirán sin recursos para ofrecer créditos”. También aseveró que “la existencia de crédito abundante y accesible permite que todos los argentinos tengan los recursos indispensables para emprender sus proyectos y llevar a cabo sus ideas”.

Si se desea que los intereses de los depósitos superen a los rendimientos del mercado inmobiliario (frecuentemente influenciados por cuestiones especulativas), las tasas que deberán pagar los usuarios por los préstamos podrían ser prohibitivas, imposibilitando la accesibilidad del financiamiento a empresas y personas.

La esperada abundancia del crédito no se condice con los objetivos de la autoridad monetaria. Sturzenegger fue contundente: “el Banco Central se mantendrá con una posición restrictiva en lo monetario hasta tanto la tasa de inflación alcance su objetivo en 2019 del 5% anual”.

Es deseable obtener una baja inflación anual, pero el costo que se observa por la aplicación de las políticas del gobierno de Mauricio Macri aparece como muy elevado para conseguir semejante ideal. Recordemos que al final de la Convertibilidad se produjo deflación, debido a la brutal recesión en la que quedó inmersa nuestra economía. Esperemos que no lleguemos así al 5% anual de inflación, aunque los datos no son muy promisorios.

El Banco Central tiene una importante herramienta para fomentar los créditos: ir cesando con su política de colocación de letras. En la actualidad, los bancos tienen $ 295.000 millones invertidos en Lebac, debido a las altas tasas libres de riesgo que ofrece. Si se utilizara este monto para dar crédito, los préstamos en pesos al sector privado de todo el sistema podrían incrementarse en un 37 por ciento. Más aún, además de las Lebac que poseen los bancos, hay otros $ 331 mil millones en letras en poder de empresas, de personas humanas y de fondos de inversión, que, de no ser absorbidas por el BCRA, podrían incrementar los depósitos del sistema financiero. Sumados ambos efectos, los préstamos actuales se podrían incrementar un 73 por ciento.

Lo escrito en el párrafo anterior no es en rigor una propuesta de políticas para implementar, sino que intenta detallar que el BCRA no escapa a la lógica del macrismo. El neoliberalismo no acepta alternativas (aunque estén a la vista): hoy hay que ajustar y el futuro “será venturoso”. Una promesa de prosperidad a largo plazo, cuya concreción difícilmente se dé si siguen las medidas hoy en boga.

Absolución

La ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner pidió la absolución en el juicio sobre el dólar futuro que se les sigue a ella y a varios ex funcionarios, argumentando que los costos de estos contratos se generaron con la devaluación que implementó el gobierno de Macri.

En verdad, las decisiones de política económica y monetaria no deberían ser judiciables, son los instrumentos con los que cuenta el gobierno votado por los ciudadanos para ejercer su función, lo cual aplica a la anterior gestión como a la actual, más allá de que se esté de acuerdo o no con ellas.

Si nos remitimos a las compras de futuros de dólar por parte del BCRA antes de noviembre de 2015, las mismas eran operaciones para dar certidumbre y sostener el tipo de cambio para evitar la devaluación que deseaban producir los especuladores. Los precios a los que se negociaron los contratos respetaron, además, el valor del dólar establecido en el Presupuesto Nacional 2016. De haberse vendido a los valores del dólar en Nueva York, ($ 15 a 16 en distintos momentos) se hubiera producido un caos financiero y cambiario, con una fuerte depreciación del tipo de cambio (no deseada por el anterior gobierno) a la vez que los precios se hubieran disparado. En realidad, esto hubiera sido consistente con la política de Cambiemos, no con la del kirchnerismo.

Los efectos de la devaluación no sólo han quedado a esta altura bien comprendidos, sino que están siendo sufridos por varios sectores, entre ellos los trabajadores. La combinación de devaluación y tasas de interés altísimas generó un gran freno en la actividad productiva con un negativo impacto en el empleo.

Respecto a este tema, el ministro de Trabajo acaba de reconocer que este año se perdieron 120 mil empleos como consecuencia del “sinceramiento de la economía”.

Macri sostuvo en China que el gobierno no tiene previsto que se reabran las paritarias. “¿Cómo se van a abrir si ya se negociaron y la inflación va a la baja?”, expresó a la prensa. Una frase fuertemente criticada por los líderes sindicales. Tanto Macri como Triaca hace rato que hablan de la “inflación futura” para actualizar salarios. Una estrategia que consolida el fuerte deterioro real que han sufrido los sueldos en estos meses, de entre el 8 al 10 por ciento.

Distintos enfoques en el G20

Quizá la diferencia entre el discurso de Macri en el G20 y los que pronunció Cristina Fernández cuando asistía a esas cumbres está en que se enfocan en temas totalmente distintos: mientras Macri se manifestó por el libre comercio y la seguridad jurídica para los inversores, Cristina puso el foco en el impacto de las inversiones sobre el empleo, rechazó la flexibilidad laboral y cuestionó a las guaridas fiscales, solicitando regulaciones de los movimientos de capitales en el mundo.

Ambas posturas fueron reflejadas por las diversas Cumbres. La postura de Macri coincide con la de los países centrales. La de Cristina fue negociada con vigor conjuntamente con Brasil.

Macri se expidió en Hangzhou (China) a favor de un sistema comercial “abierto, inclusivo y fuerte” para potenciar “el impacto positivo de las inversiones” y generar “prosperidad” en la economía. “Es imprescindible que desarrollemos marcos legales transparentes y predecibles, que le den seguridad al inversor”. Christine Lagarde, titular del FMI, ratificó esta postura, al afirmar que hubo “determinación” entre los miembros del foro para responder a los “ataques populistas fáciles contra la globalización” y el libre comercio.

Sobre el mismo tema, Cristina Fernández había comentado en San Petersburgo en 2013: “debíamos lograr destinar más inversión y más recursos para infraestructura, para proyectos de producción de manera tal que generaran mano de obra (…) va a ser muy difícil lograr grandes recursos para proyectos de inversión, de producción y de generación de trabajo cuando se sigue dando preeminencia estrictamente a lo financiero”.

Las breves citas y enfoques de los mandatarios mencionados indican claramente la diferencia entre dos modelos de pensar el Estado, la economía y la distribución del ingreso. Pero, por sobre todo, sobre quiénes son los actores principales: el círculo rojo o el pueblo organizado. Queda entonces un arduo pero alentador camino para organizarnos en torno a proyectos que persigan los intereses de las mayorías, en especial las más desprotegidas, y los de las pymes y las empresas de la economía social y solidaria, entre otros sectores.

Nota publicada en Tiempo Argentino el 11/09/2016

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