Los mercados como protagonistas

Nodal | Opinión

Hace tan sólo un mes atrás, una de mis habituales columnas periodísticas se titulaba “Los mercados tienen a su favorito”. En ella, mencionaba la posibilidad de que en agosto hubiese dos elecciones en Argentina: el 11 votaría la ciudadanía y el 12, los mercados. Una consecuencia directa del rol protagónico que el actual gobierno argentino les dio a los mercados, al haber reducido considerablemente las regulaciones del Estado sobre las principales variables económicas.

El domingo 11 de agosto, casi la mitad de los argentinos emitió su voto a favor de la fórmula presidencial opositora de Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner, candidatos de la coalición denominada “Frente de Todos”. Una diferencia de casi 16 puntos con relación a lo obtenido por el actual presidente Mauricio Macri, quien se presentó para ser reelegido. Aproximadamente la misma proporción de votos obtuvo el candidato del bloque Frente de Todos, Axel Kicillof, en la provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral que nuclea a más de un tercio de los votantes del país. Un claro mensaje de disconformidad con el modelo económico vigente liderado por Macri.

Al día siguiente de las PASO (elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), el lunes 12 de agosto, la realidad se encargó una vez más de dejar expuestas las vulnerabilidades a las que fue sometida la economía argentina desde el comienzo de la gestión macrista. Lamentablemente, votaron los mercados. Los principales indicadores financieros de Argentina reaccionaron de forma abrupta. Subió el riesgo país, tocando máximos históricos de 1.900 puntos básicos, la moneda local se devaluó en más de un 20% (lo cual era esperable ya que se encontraba comprimida en un nivel artificialmente alto para lo que requiere el modelo económico vigente), el precio de los bonos de deuda pública se derrumbó y la tasa de interés de referencia (tasa de política monetaria) superó el 74% (un incremento de 11 puntos porcentuales con respecto al de por sí alto nivel que registraba el día hábil anterior).

La primera aparición oficial del Presidente de la Nación, luego de estos acontecimientos, merece varias reflexiones.

A menos de 24 horas de haber perdido las elecciones en casi todo el país, lejos de una autocrítica sobre su gestión, que dejó en una penosa situación económica y social a la mayoría de los argentinos, delegó la responsabilidad en la ciudadanía que no votó respetando el deseo de “los mercados”. Esta aseveración no debe ser subestimada ya que tendería a dejar al ejercicio democrático argentino como una mera formalidad. Algo particularmente llamativo en el líder de un bloque político que reiteradas veces intentó destacarse por su “importante respeto a las instituciones democráticas”. De esta forma, dejaría la voluntad popular relegada a dar prioridad a aquellos candidatos que (supuestamente) generan calma en los mercados y no a una manifestación de su malestar a la difícil situación que se encuentra atravesando la Argentina.

En efecto, los resultados de estos años de gestión de Cambiemos, la coalición que lidera Macri, se reflejan en niveles de pobreza que alcanzan al 35% de la sociedad, porcentaje que se incrementa al 50% en la franja de niños y niñas de 0 a 14 años. Además, se redujo el poder adquisitivo de la mayoría de las trabajadoras y trabajadores -en mayor proporción los de menores ingresos-. La actividad industrial lleva meses de contracción, con una pérdida de casi 150.000 asalariados formales desde que asumió Macri a fines de 2015 y una capacidad instalada ociosa de más del 40% a junio de 2019. Luego de varios años, la tasa de desempleo superó los dos dígitos (10,1% en los primeros tres meses de 2019). La actividad económica se encuentra en recesión desde ya hace un año y el endeudamiento público llegó al 86% del PIB en el primer trimestre.

Ante el empeoramiento del difícil momento económico actual y a menos de 48 horas de su primera aparición, el presidente Macri volvió a emitir un mensaje a la población. En un tono algo más apaciguado, hizo un esfuerzo por mostrarse más comprensivo ante los resultados electorales adversos a su candidatura. Su discurso apuntó especialmente a aquellos que modificaron su voto con respecto a lo acontecido en las elecciones de 2015 (que lo llevaron a la Presidencia) exhortándolos a seguir haciendo el esfuerzo de continuar apoyando este modelo a pesar de que “muchas familias tuvieron que recortar sus gastos y ya no saben de qué más privarse”.

Adicionalmente, se presentó un paquete de medidas destinadas a hacer “foco en el alivio de corto plazo”, según expresa el comunicado oficial. Anuncios de corte netamente electoralista, transitorios y que en ningún caso llegan a compensar las pérdidas económicas que los hogares y las empresas sufrieron en el último tiempo. Una segunda vuelta de las medidas lanzadas en abril pasado a las que incluso se describió también con la palabra “alivio”.

No obstante, cabe aclarar que esta delicada situación, si bien fue exacerbada al haber altas probabilidades de que Macri no sea reelegido, ya estaba presente en la macroeconomía argentina. El FMI proyectó en su último reporte una caída del 1,3% del producto argentino para 2019 y una inflación del 40% (hace un año el mismo organismo estimaba un crecimiento del 1,5% y una inflación del 17%). Por su parte, en julio pasado la agencia Bloomberg, ubicaba a la Argentina en el primer lugar del ranking de países emergentes con mayor vulnerabilidad, desplazando a Turquía al segundo puesto, país que hasta ese entonces encabezaba el podio.
Queda claro entonces que, más allá del llamativo contraste entre la aparente euforia que se vivió el viernes anterior a las elecciones, cuando las encuestadoras locales estimaban una brecha mucho menor entre el oficialismo y el Frente de Todos de Alberto Fernández (un yerro sin explicación aparente), las vulnerabilidades económicas estaban bien presentes y todas ellas encuentran su origen en las políticas llevadas a cabo por el actual gobierno.

La reciente salida de Nicolás Dujovne es apenas un maquillaje para tratar de recuperar algo de oxígeno, con miras a las elecciones generales. Una vez más volvió a quedar claro que para el gobierno el modelo no se toca, a tal punto que en su presentación en sociedad como ministro de Hacienda, Hernán Lacunza hizo énfasis en que en el año habrá un sobrecumplimiento de las pautas fiscales con el FMI. En lo que respecta al período cerrado enero-julio, sostuvo que el superávit primario alcanzó el 0,2% del PIB. Sin embargo, nada dijo acerca de que los intereses de la deuda pública fueron del 1,9%, ratio incluso mayor al 1,3% de un año atrás. A su turno, Guido Sandleris, presidente del Banco Central, confirmó que se va a seguir interviniendo con todas las herramientas necesarias para “reducir la volatilidad de la semana pasada (…), el tipo de cambio es un objetivo prioritario”. Entre ellas se encuentra “la intensificación de la captación de pesos, lo que redundó en una suba de las tasas de las Leliq”. Un horizonte para la producción y las familias que no deja de preocupar.

Sin dudas, lo que se necesita en Argentina para revertir esta difícil situación es un cambio de modelo económico. No medidas transitorias son de corto e ineficiente alcance. Esto quedó ratificado por el voto popular del domingo 11, cuando las grandes mayorías dieron un claro mensaje: quieren y necesitan un gobierno para todos y todas.

Nota publicada en Nodal el 23/08/2019

Deja un comentario