Un presupuesto para crecer

Página/12 | Opinión

Luego de varias semanas de trabajo, la Comisión de Presupuesto aprobó el dictamen de mayoría del proyecto de ley de Presupuesto 2021 y el mismo será discutido en el recinto el próximo miércoles.

El trabajo en comisiones suele ser una instancia en la cual el debate entre los legisladores y legisladoras tiende a mejorar los proyectos de ley. Fue lo que sucedió en este caso: en las reuniones donde se trató el Presupuesto se fueron agregando una serie de mejoras a la iniciativa original, producto de diversos intercambios y negociaciones. Hemos incorporado una gran cantidad de demandas de diputadas y diputados dentro, por supuesto, de las restricciones que nos impone esta economía bipandémica. Venimos de cuatro años de deterioro y de recortes de partidas esenciales para mejorar la vida de la población por lo que, en el tratamiento del proyecto, nos encontramos con las expectativas lógicas de quienes buscaban recuperar lo perdido entre 2016 y 2019.

En ese marco, se produjo una discusión que es la de siempre: no se puede tratar un Presupuesto hablando sólo de los gastos y omitiendo hablar de los ingresos. Algunos de los diputados y diputadas que reclaman partidas para una gran cantidad de iniciativas, todas justificables analizadas de modo individual, se oponen a proyectos cuyo objetivo es generar ingresos.

El argumento lo conocemos: se oponen, dicen, porque falta el plan. Pero, ¿cuál es el plan que falta si el Gobierno está implementando una gran cantidad de medidas? Es clarísimo: para ellos, lo que falta es el plan de ajuste. Es decir: un proyecto de país en el que se recorten salarios y derechos en general.

El escenario, por supuesto, es complejo: el déficit primario, según varias fuentes, alcanzó en septiembre los 167.182 millones de pesos. Ello se explica fundamentalmente por la suba de gastos relacionados con las medidas contra la covid. También es cierto que en septiembre crecieron los recursos tributarios. Pero, de todos modos, estamos en una situación con ingresos restringidos, en la que por obvias razones la variable del endeudamiento no parece una opción y en la que tampoco parece posible seguir emitiendo hasta el infinito. Por supuesto, dada la situación de crisis se va a continuar con la emisión, pero la misma no podrá crecer de modo indefinido con relación a la actividad económica. De allí la necesidad de priorizar razonablemente aquellos gastos e inversiones más urgentes, sin dejar de fortalecer presupuestariamente a sectores que se consideran prioritarios.

Durante las reuniones en las que se debatió el proyecto de ley, hemos hecho grandes esfuerzos para llegar a acuerdos con la oposición más numerosa. Pero Juntos por el Cambio parecía pretender otro presupuesto, como si no supieran o no recordaran que todo presupuesto refleja el programa del Gobierno, no el de la oposición. Si para acordar se hubiera diseñado la ley que pedían ellos, entonces el Gobierno hubiera abandonado sus propias políticas para pasar a implementar las de Juntos por el Cambio.

Los economistas ortodoxos insisten con que el Gobierno no tiene plan. Sin embargo, el plan está en el presupuesto presentado. En él se establece cuánto se espera crecer, cuánto se proyecta la inflación, cuánto la inversión y cuánto el gasto público, entre otras variables. El ministro Martín Guzmán lo dijo con precisión: “El proyecto de presupuesto es el pilar del plan económico. Sí que hay plan. Todo se planea”. Por supuesto: se trata de un plan para que la economía crezca. La caída de alrededor de dos puntos del PBI en el pago de intereses anuales de la deuda a acreedores privados, por ejemplo, es equivalente a los aumentos de gastos en obras, en educación, en salud, en ciencia y tecnología, entre otros ítems. Es así de lineal: lo que iba al pago de intereses de la deuda ahora va a impulsar un modelo de desarrollo con inclusión.

El presupuesto que estamos tratando prevé un crecimiento de 5,5 puntos del PBI para el 2021. Es decir: indica un cambio muy claro de tendencia. Por eso, su tratamiento forma parte de una serie de iniciativas que, todas juntas, están orientadas a llevar adelante un proceso de crecimiento en el país priorizando a los sectores más vulnerables.

En este contexto, el Gobierno enfrenta una fuerte presión devaluatoria. Con relación a ello, Guzmán ha sido contundente: “A pesar de que hay una brecha que genera ansiedades importantes, tenemos las condiciones y los instrumentos para continuar con la política cambiaria que venimos llevando adelante y no hacer una devaluación”. La presión sobre el dólar es una herramienta que utilizan grupos del poder económico tradicional para que la actual administración cambie el rumbo de sus políticas.

Ante ello, el Gobierno pone en práctica, entre otras medidas, un artículo de la ley de ampliación del Presupuesto 2020 que lo faculta al cambio de bonos en pesos por bonos en dólares. La próxima licitación de 750 millones es parte de esa decisión. Con ello, se busca descomprimir las presiones sobre el mercado cambiario, sin que la medida signifique egresos de divisas en el corto plazo, ya que estos bonos se amortizan entre 2025 y 2030. Guzmán lo plantea con claridad: “Estábamos esperando cerrar con el proceso de reestructuración de deuda y enviar el proyecto de ley de Presupuesto para hacer una subasta de bonos en dólares a la que se pueda integrar con bonos en pesos. De esa forma, ir limpiando parte de las presiones que generan una elevación de la brecha”.

Mientras, la liquidación de soja y derivados sigue aumentando gradualmente y, en los primeros catorece días de octubre, se superó lo que se liquidó en todo el mes de septiembre. En esa misma línea, el Banco Central volvió a ser comprador de dólares. Es decir: en estos últimos días no ha habido salida sino ingreso de divisas. En simultáneo, el Gobierno anunció el nuevo ATP, lo cual implica un nuevo esfuerzo del Estado para seguir sosteniendo el trabajo y la producción, entre otras medidas.

El Gobierno ratifica su política. Avanza con una serie de iniciativas para poner a la Argentina de pie y resiste presiones hacia una fuerte devaluación que pondría a la Argentina nuevamente de rodillas.

Nota publicada en Página/12 el 22/10/2020

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