Uno de los grandes desafíos en el plano interno es el de los precios. En la semana se conoció que en abril la inflación mensual minorista medida por el Indec fue del 4,1%, desacelerándose respecto del pico de marzo (4,8%), aunque se mantuvo en niveles similares a los del primer bimestre. Nuevamente los alimentos (4,7%), el rubro de mayor incidencia en la canasta de la población, se situaron por encima del promedio.

La noticia fue presentada por ciertos analistas como el fracaso de las medidas del gobierno, como si éstas fueran las culpables de los aumentos. Un argumento exento de toda lógica ya que se regula porque aumentan los precios, no al revés. Debieran explicar por qué razón los precios no se terminan de alinear con la pauta presupuestaria del 29%. La respuesta surge por descarte, a partir de un razonamiento que no me canso de repetir: el frente fiscal, el cambiario y el monetario están dentro de los parámetros establecidos por el gobierno; no hay presión por el lado de los costos, ya sea vía tarifas (que están congeladas), o salarios, que siguen la pauta de inflación del 29%, con algunos puntos más; entonces, las dificultades para alinear la inflación con las proyecciones del Presupuesto tienen que ver estrictamente con la puja distributiva. Y si bien es cierto que los precios globales de las materias primas han subido a niveles récord, como país productor de alimentos se está en condiciones de tender a un desacople con los internos. La resistencia a este rumbo es una fiel expresión de esta puja distributiva.

El gobierno trata de cuidar los equilibrios macroeconómicos y a la vez evitar todo tipo de especulación con los precios, en línea con un enfoque integral de la inflación, que es multicausal y que por ello precisa de múltiples herramientas. En la semana entró en funcionamiento el acuerdo entre el Ministerio de Desarrollo Productivo y las entidades exportadoras y frigoríficas de carne vacuna con 11 cortes disponibles a precios accesibles, los más representativos dentro de la canasta de consumo. A su vez, el gobierno definió que los establecimientos abarcados por la Ley de Góndolas deberán señalizar el precio más bajo de un determinado producto, para que los consumidores puedan comparar fácilmente los productos y sus valores.

Un economista afín al macrismo volvió a repetir que la tasa de inflación tiene un origen macroeconómico, “es un agujero del fisco que hay que financiarlo con emisión de moneda”, a pesar de que los datos no confirman tal aseveración. Pero la línea argumental es clara: al decir que los precios suben por los desequilibrios macroeconómicos se niega la puja distributiva y se responsabiliza al gobierno. Acto seguido, el mismo economista afirmó: “estamos en un año electoral, con una elección de medio término a la que le doy mucha importancia (…), un rasgo natural en todos los países del mundo es que pierden, porque la gente está caliente, aún con las vacunas en este momento”.

El contenido de los mensajes de la oposición apunta directamente a que la ciudadanía no valore todo un conjunto de esfuerzos que se llevan a cabo para salir de las dos pandemias. Hay grandes desafíos por delante pero así y todo es posible vislumbrar un horizonte favorable. Si Argentina logra normalizar la llegada de vacunas, como se espera de manera inminente, el país llegará a un nivel de cobertura que permitirá que las actividades continúen normalizándose. Y, sobre todo, se irá diluyendo la emergencia sanitaria y salvando cada vez más vidas.

Por eso creo que a medida que se vayan solucionando los grandes temas (como el de las vacunas, el de la deuda y el inflacionario) vamos a poder también entrar a transitar una etapa donde la ciudadanía va a percibir que efectivamente las cosas están mejorando. La contienda electoral de medio término es crucial para consolidar una mayoría que otorgue una mejor posibilidad de avanzar en la sanción de leyes absolutamente necesarias.