Paralelismos del 25 de Mayo

ContraEditorial

A partir del 25 de Mayo de 2003 es muy difícil evitar que esa fecha patria sea recordada sólo por el que fue el inicio del proceso de independencia de los países sudamericanos hace 211 años. Más cercano en el tiempo, resuena el punto de inflexión que significó la asunción de Néstor Kirchner como Presidente de las y los argentinos hace 18 años. Hay un antes y un después de ese 25 de Mayo.

Pero al mismo tiempo también hay una línea que conecta lo que los próceres de 1810 reclamaban y varios de los aspectos que Néstor Kirchner mencionó como objetivos de su gobierno en el discurso inaugural.

Hace más de 200 años, nuestro actual territorio, como integrante del Virreinato del Río de la Plata, constituía una región colonizada por España (un gran imperio, en esos momentos en decadencia) que pretendía obtener materias primas de nuestras tierras imponiendo sus propias reglas de comercio. “Los pueblos deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos, y no deben fiar sino de sí mismos” decía Mariano Moreno. “No se trata de cerrarse al mundo, no es un problema de nacionalismo ultramontano, sino de inteligencia, observación y compromiso con la Nación” señalaba Néstor Kirchner casi dos siglos después.

“Es máxima aprobada que las fortunas agigantadas en pocos individuos, a proporción de lo grande de un Estado, no solo son perniciosas, sino que sirven de ruina a la sociedad civil, cuando no solamente con su poder absorben el jugo de todos los ramos de un Estado, sino cuando también en nada remedian las grandes necesidades de los infinitos miembros de la sociedad” fueron las palabras de Mariano Moreno. “Es el Estado el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades sociales en un trabajo permanente de inclusión” decía Kirchner.

Las frases tienen algo en común porque muchos de los problemas existentes también tienen similitudes, a pesar del tiempo transcurrido. ¿Qué era lo que los patriotas planteaban en 1810? Independizarse del colonialismo español que nos imponía las reglas, extraía nuestras riquezas naturales y explotaba el trabajo de grandes masas humanas. Muchos de los planes de ajuste impuestos por el Fondo Monetario en los noventa, no diferían mucho en su eje central de las verdaderas intenciones de los colonizadores en el siglo XIX.

Es por ello que Néstor apuntó a modificar los preceptos de la política imperante hasta ese entonces. Es decir, cómo y dónde se toman las decisiones. Pasar a ser un país dueño de sus propias decisiones y volver a instalar la idea de que la política tiene que estar al servicio de la mayoría que tiene necesidades y no de la minoría que tiene el poder.

Pero el valor no es qué dijo, sino qué hizo, con muchos más aciertos que desaciertos, con dificultades, con cuestiones que se lograron resolver y otras que no.

La integración regional fue también una de las prioridades de su gobierno. El bien conocido “No al ALCA” fue uno de los momentos en los que se expresó con mayor claridad la oposición de los principales países de la región a las políticas comerciales que querían imponerse desde Estados Unidos.

La vocación de enfrentar a todos esos poderes constituidos, tratando de crear otra relación de fuerzas, fue la constante de su gestión, luego continuada en los 8 años de presidencia de Cristina Fernández.

Lamentablemente, a partir de diciembre de 2015, muchos de los logros obtenidos en los años anteriores fueron desvirtuados o directamente revertidos, además de sumir al país en emergencias de todo tipo. Ni hablar de la vuelta al FMI y el significativo endeudamiento en dólares.

A partir de diciembre de 2019 se vislumbró un nuevo horizonte. Aunque la inesperada pandemia, sobreexigió (y lo sigue haciendo) al gobierno de Alberto Fernández, demandando recursos que se hubieran afectado más profundamente al desarrollo con mayor equidad.

No obstante, a pesar de la adversa situación económica y fiscal que heredó de la administración anterior, la realidad se encargó de demostrar que cuando hay una verdadera vocación, el nivel de involucramiento del Estado fue más allá de las posibilidades económicas en un momento límite, como lo es una dolorosa situación pandémica.

Una propuesta para poner fin a la pandemia de Covid-19

Tal es el título de un estudio publicado por el FMI y firmado por su directora gerente, Kristalina Georgieva, su economista jefa, Gita Gopinath y un consejero económico, Ruchir Agarwal.

Con el claro objetivo de describir la actual situación, el documento señala que “a más de un año del inicio de la pandemia de Covid-19, el número de casos es más alto que nunca a nivel mundial” y por lo tanto, hace un llamamiento a la acción coordinada e inmediata de todos los países para poner fin a la pandemia: “un problema que tiene solución”.

Queda expuesta la gran divergencia en la accesibilidad a la vacunación entre las principales economías del mundo, por un lado, y los países más empobrecidos, por el otro. “A fines de abril de 2021, menos del 2% de la población de África estaba vacunada. Por el contrario, más del 40% de la población de Estados Unidos y más del 20% de la europea había recibido al menos una dosis de vacunas”, reza el informe del FMI.

Cabe destacar además que estas disparidades en el ritmo de inoculación de las poblaciones terminan afectando al mundo entero. Según denunció la Cruz Roja sobre este tema: “no solo es moralmente incorrecto, sino que aumenta el riesgo de variantes más contagiosas y letales en todas partes, al tiempo que ejerce una presión innecesaria sobre la economía mundial”.

Es evidente que el FMI tiene esto en cuenta al señalar que “la crisis económica no llegará verdaderamente a su fin si no se resuelve la crisis sanitaria. Por lo tanto, la política respecto de la pandemia es una política económica”. Acto seguido, propone “vacunar por lo menos al 40% de la población de todos los países para fines de 2021 y al 60% para el primer semestre de 2022”, entre otras cuestiones. El organismo estima que el costo de financiamiento de esta propuesta sería de alrededor de 50.000 millones de dólares (una suma que paradójicamente es un monto cercano al del préstamo otorgado a la Argentina por el FMI durante el gobierno de Mauricio Macri).

En el mismo documento, el FMI celebra que el G20 haya reconocido la importancia de cubrir este déficit de financiamiento y deja en claro además que “las economías avanzadas, que son probablemente las que más gastarán en este esfuerzo, obtendrían la rentabilidad más alta de la inversión pública en la historia moderna, captando 40% de los 9 billones de dólares acumulados en forma de un aumento del PIB mundial y aproximadamente 1 billón de dólares en recaudación impositiva adicional”.

Más precisamente, en el marco de la Cumbre Mundial de la Salud organizada por la OMS el pasado 21 de mayo, en la que se dieron cita los líderes del G20 y la Comisión Europea, la OMS resaltó que “con nueve personas que fallecen cada 19 minutos y el riesgo en ascenso del surgimiento de nuevas variantes más contagiosas y peligrosas, la Cumbre de Salud Global se encuentra en un punto de inflexión. El futuro de la pandemia se encuentra en manos de los líderes del G20”.

En respuesta a ello, en la declaración final, los países integrantes del G20 manifestaron su apoyo al denominado “Acelerador del acceso a las herramientas contra la Covid-19”, un mecanismo de financiamiento promovido por la OMS para fomentar el desarrollo, la producción y el acceso equitativo a los tests, tratamientos y vacunación contra el virus. Los representantes del G20 destacaron también la necesidad de compartir la carga financiera para cubrir las necesidades de financiamiento de la pandemia, al tiempo que consideraron “de vital importancia la distribución mundial de vacunas”.

A modo de conclusión, más allá de lo complejo de la situación y de los fuertes intereses económicos que están en juego, incluyendo a los laboratorios que producen y desarrollan las vacunas, no hay que perder de vista que lo importante es preservar la vida de las personas. Aquellos países y organismos internacionales con gran influencia y poder mundial tienen el deber de revertir la actual situación que lleva, según la Cruz Roja Internacional, a que los 50 países más ricos del mundo estén vacunando a un ritmo 27 veces superior al de los países más pobres.

Nota publicada en ContraEditorial el 29/05/2021

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