Inflación y puja distributiva

Ámbito Financiero | Opinión

El Gobierno argentino avanza con una estrategia de múltiples frentes para estabilizar los precios, de forma tal de consolidar la recuperación y avanzar con la mejora de los indicadores sociales, los cuales empezaban a mostrar mejoras tras atravesarse lo peor de la pandemia, cuando se sumaron los inconvenientes de la guerra en Ucrania. Hay que decir que, más allá de las diferencias de cada caso, la problemática inflacionaria hoy se observa en casi todo el mundo. En los países desarrollados, inmediatamente antes de la guerra, la inflación alcanzaba niveles récord de las últimas décadas, más que duplicando las metas de sus bancos centrales. En febrero, en Estados Unidos la inflación minorista fue de 7,9% interanual (i.a.) (máximo desde 1982), en la Eurozona del 5,9% i.a. (el más alto desde 1991) y en Canadá del 5,7% (el récord desde 1991). Con la guerra esta dinámica cobró mayor impulso.

En España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), los valores adelantados de marzo (9,8% i.a.) se aceleraron más de dos puntos porcentuales respecto de febrero (7,6%) y son los más altos desde 1985. En términos mensuales la inflación fue del 3%, contra un 0,8% observado en febrero. Ante ello, se anunció el establecimiento de un subsidio sobre todos los combustibles, un alza en el ingreso mínimo vital para las familias más vulnerables, y un tope en las subas de alquileres durante tres meses.

Según un informe de la UNCTAD, organismo de Naciones Unidas, el aumento de los precios de los alimentos y del combustible “tendrá un efecto inmediato en las poblaciones más vulnerables en los países en desarrollo, provocando hambre y dificultades en los hogares que gastan la mayor parte de sus ingresos en alimentos”. En este marco, señala el informe, “el peligro para muchos de los países en desarrollo que dependen en gran medida de las importaciones de alimentos y combustibles es más profundo”. También se dan estas circunstancias en países como Argentina, que no importan alimentos sino que son grandes productores. En estos casos también están aumentando los precios, una paradoja inadmisible.

De todas formas, como expresó el presidente Alberto Fernández, la inflación se complica por el escenario internacional, pero del total, debe haber diez puntos porcentuales que tienen que ver con la guerra, el resto son causas locales. Aquí el problema es que hay sectores que no quieren resignar márgenes de ganancia en un contexto de precios internacionales récord. Ante esta situación el Estado debe bregar por el desacople entre los precios domésticos y los internacionales. No se puede permitir que se carguen en el mercado interno valores que nada tienen que ver con los costos domésticos ni con el bolsillo de la mayoría de los argentinos y las argentinas.

Una de las varias medidas recientes fue la creación del Fondo Estabilizador del Trigo, que se financiará con la suba de las retenciones al aceite y la harina de soja, las cuales pasaron del 31 al 33%, retornando a la alícuota que regía a fines de 2019. Estos recursos serán destinados a subsidiar la harina industrial, fijándose un precio para la tonelada de trigo con destino al mercado interno, aspirando a que el precio del pan llegue al consumidor final con un valor de entre 220 y 270 pesos el kilo, y no a los 320 pesos que llegó a venderse en el AMBA. La problemática inflacionaria está profundamente atravesada por el fenómeno de la puja distributiva, que se ve apuntalada por la gran concentración económica, que hace que los formadores de precios traten de imponer sus condiciones. Hay sectores que constantemente buscan apropiarse, vía mayores precios, de los ingresos generados por las paritarias y por las distintas políticas públicas, y que ahora se quieren regir por las cotizaciones internacionales.

Se debe dejar atrás la inviable lógica de la especulación. Por ejemplo, aumentando la producción ya que el uso de la capacidad instalada en la industria de alimentos y bebidas así lo permite, e incluso con posibilidades de mayor inversión. Existe margen para producir más y abastecer bien al mercado interno con precios accesibles, sin descuidar el mercado externo.

No hay excusas: aprovechemos este momento donde el empleo está aumentando, es decir, que hay más gente que tiene un salario y que por lo tanto va a consumir. Pero se debe evitar que unos/as pocos/as se apropien de los frutos de la reactivación, para que éstos lleguen a todas y todos.

Nota publicada en Ámbito Financiero el 04/04/2022

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