Nunca Más es Nunca Más

Página/12 | Opinión

Este viernes se cumplió un año del intento de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, el suceso más grave de los 40 años ininterrumpidos de democracia en la Argentina.

En un comunicado del Partido Solidario titulado “Nunca más es Nunca más” afirmamos: “La bala no salió pero podría haber salido. La intención de eliminar a otra u otro sólo porque piensa distinto contradice los principios más básicos del pacto democrático inaugurado en 1983. Luego de la salvaje dictadura cívico militar, una consigna se instaló como inmodificable en la Argentina: nunca más en el lugar de los argumentos podían estar las balas. El campo de batalla debía ser definitivamente el de las palabras, la movilización y las asambleas públicas. La lógica de la eliminación era suplantada por el ejercicio de la diferencia, el argumento y la tolerancia”.

Sostenemos, además, que “el intento de magnicidio está envuelto en un clima de impunidad, una investigación obstructiva y negligente y una decisión judicial de no indagar en los vínculos financieros que lo hicieron posible. Tampoco hubo un acompañamiento de parte de la oposición, la que ni siquiera repudió el hecho. La falta de condena y el surgimiento de una atmósfera de ocultamiento es también parte de la violencia política en el país”.

El futuro es con más democracia y no volviendo a los tiempos de la violencia. El futuro es con más distribución y equidad y no retornando a los tiempos de las políticas neoliberales.

Se viene insistiendo en la necesidad de recomponer los ingresos de diversos sectores de la sociedad, sobre todo de aquellos que se encuentran en la base de la pirámide social. Ello resulta cada vez más imprescindible. Pero su implementación no es un pase de magia: esos ingresos tienen que salir de algún lado. Toda política redistributiva supone traspasar recursos de un lugar a otro de la economía y de la sociedad. Es lo que siempre decimos: el modo en que se acumula y se distribuye define el resultado y el sentido de la mayoría de las iniciativas que se toman en materia económica y social.

Respondiendo a esa necesidad, el gobierno avanzó con una serie de medidas. Respecto de la suma fija, de $ 60.000 pagadera en dos cuotas para los trabajadores/as que ganan menos de $ 400.000 y que no es remunerativa, sus costos serán absorbidos en un 100% por el Estado en el caso de las microempresas y en un 50% si se trata de pequeñas empresas Sólo las compañías medianas y grandes deberán afrontar el total de esos incrementos. La iniciativa beneficia a 5 millones y medio de personas.

Además, se implementa el bono de $ 37.000 mensuales para los meses de septiembre, octubre y noviembre que alcanza a 7.800.000 jubilados/as; el aumento para los trabajadores/as de casas particulares, alrededor de 424.000 personas; la mejora en los ingresos de la Tarjeta Alimentar que llega a 2.400.000 argentinos/as; el aumento del Potenciar Trabajo, que alcanza a 1.300.000 beneficiarios/as. Estas iniciativas no resuelven el problema de fondo de los sectores que más sufren la inflación. Pero producen un alivio.

Nuestro país sobrelleva el acuerdo con el FMI que intenta, en cada renegociación, aplicar diversos condicionamientos. Por ejemplo, el organismo, según dijo el ministro de Economía, pedía una devaluación del 100% que terminó siendo del 21,8% por la firmeza con la que negoció el gobierno argentino. Si bien siempre que se genera una devaluación hay un cambio de los precios relativos, en este caso se produjeron aumentos que no tienen que ver para nada con la suba de los costos. Hay incrementos de rentabilidad en los formadores de precios y en los distintos integrantes de la cadena de valor que impactan directamente sobre el bolsillo de los consumidores/as. Por ello, se hizo aún más necesaria la recomposición de los ingresos de la población, sobre todo de los sectores más vulnerables.

Por supuesto: para que estas medidas tengan efecto distributivo es imprescindible que la inflación no continúe escalando. Pero la suba de los precios no es un fenómeno meteorológico. La inflación es a la economía lo que la fiebre es a una persona, un síntoma. Por eso, para discutir el problema de la inflación, como sucede con la fiebre, hay que definir por qué hay inflación. Hay que establecer las causas. Muchos operadores insisten en que la suba de los precios es una consecuencia de la excesiva emisión monetaria. Pero este año, la emisión es marcadamente menor que la inflación. También aseguran que el alza de los salarios es lo que hace subir los precios. Pero los salarios vienen corriendo por detrás y cuando les va muy bien logran empatar y recomponer lo perdido. Algo similar ocurre con el tipo de cambio y con las tarifas. Es decir: todas las variables que siempre nos han dicho que causan inflación, en la actualidad tienden a correr por detrás de la inflación.

Y entonces, ¿por qué suben los precios? En estos años la torta a distribuir creció un 10,7% en 2021 y un 5% en 2022. ¿Cómo es posible que la torta sea más grande y una buena parte de los argentinos y las argentinas tengan porciones más chicas? Por un lado, lo explican la incertidumbre y la especulación que la aprovecha y, por otro, la puja distributiva. Pero volvamos: la torta creció, pero la parte de abajo de la pirámide social no recibe una mayor porción de esa torta. Algo había que hacer. Y lo que se hizo fue lanzar nuevas medidas de redistribución: algunas de ellas son resistidas por los sectores que, consecuencia de esa redistribución, pasarían a ganar un poco menos. Por supuesto, las medidas no son suficientes. Pero marcan un camino a profundizar.

Según un informe del Credit Suisse sobre la riqueza global, durante el 2022 el 1% de la población mundial acaparó el 44,5% de la riqueza del planeta. El mismo documento asegura que la situación es aún más grave por las disparidades regionales. El mundo es rico, la capacidad de generar riqueza ha aumentado, la tecnología genera formidables oportunidades, pero las políticas de acumulación y distribución siguen siendo regresivas y hacen que eso favorezca a porciones muy reducidas de la población mundial. Y, entonces, vemos a los pueblos emigrando para no morirse de hambre o a países levantando muros para detener el ingreso de los inmigrantes. El problema de la concentración de la riqueza y de los ingresos es un fenómeno global, regional y local.

En la Argentina, el gobierno debe insistir con sus políticas de redistribución en un escenario donde la oposición propone medidas neoliberales que ya fracasaron y radicaliza su discurso de odio y de violencia.

Nota publicada en Página/12 el 03/09/2023

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