Página/12 | Opinión
Los desequilibrios del sector externo son uno de los principales puntos débiles del actual modelo económico. Incluso podría pensarse que hasta han sido subestimados por el FMI en sus escenarios calculados para el programa que firmó con Argentina. La situación que describen los datos del primer semestre de este año, a partir de la información del Balance Cambiario del Banco Central, es preocupante.
En la busca de datos positivos, en junio se evidencia un mayor ingreso de divisas por exportaciones y un menor egreso por importaciones. Este efecto lleva a un saldo negativo para ese mes de sólo 387 millones de dólares, cuando en los cinco meses anteriores promedió los 1650 millones. Es positivo que desciendan las importaciones, especialmente las que compiten con la producción local. Pero lo preocupante es que ese descenso de las compras al exterior está dado por la recesión por la que transita la economía. Según el Indec, las importaciones cayeron en junio un 7,5 por ciento, con especial intensidad en los bienes de capital y sus accesorios.
Se habló mucho de la disminución de la salida de divisas por menores gastos de viajes al exterior. Pero en junio sólo han sido 270 millones menos que en mayo, hasta el momento, es poco significativo.
Es sabido que la formación de activos externos del sector privado no financiero (también identificada como fuga de capitales) se ha venido incrementando desde la asunción de Mauricio Macri. Pero el dato más que sorprende. En los 31 meses que lleva este gobierno, la formación de activos externos privados alcanzó los 50.799 millones de dólares. Similar al monto total del acuerdo con el FMI. Más aún, en los primeros seis meses de este año, la fuga llegó a los 16.676 millones de dólares, parecido al desembolso inicial del FMI.
Esta formación de activos externos del sector privado es, y ha sido, principalmente, compras de billetes de dólar por parte de los privados para tenencia. No obstante, una parte de estos dólares está depositada en los bancos: los depósitos en el sistema financiero aumentaron durante la gestión macrista en 18.500 millones, incluidos los fondos que quedaron depositados por el blanqueo de capitales.
Para comparar, en los 31 meses anteriores a la asunción del actual gobierno, con administración de divisas los datos fueron sustancialmente distintos: la fuga de capitales alcanzó los 9500 millones de dólares.
Los flujos financieros de inversión tampoco concuerdan con las expectativas del gobierno. La Inversión Extranjera Directa (IED) neta fue en este semestre de 848 millones de dólares, cuando en igual período del año pasado alcanzó los 1351 millones. Como era de esperar, peor fue la evolución de la inversión de cartera en estos meses de turbulencia. En el semestre arrojó egresos netos de capitales por 1404 millones de dólares (concentrados en mayo y junio), cuando en el primer semestre de 2017 evidenció un ingreso neto de 4187 millones.
En el delicado equilibrio de las cuentas externas, el endeudamiento con el FMI ha sido esencial: en los primeros seis meses de este año, las Reservas Internacionales se incrementaron en 5894 millones de dólares, pero si se descuenta el préstamo del FMI (que significó un ingreso de 14.956 millones de dólares según el Balance Cambiario) las reservas evidenciarían una merma de cerca de 9000 millones.
Sin duda, en esta evolución de las cuentas externas, la importante liberalización de los flujos de capitales juega un papel preponderante, pues deja al gobierno sin herramienta alguna para poder intervenir en los mismos, salvo las elevadísimas tasas de interés o la limitación a la tenencia de divisas por parte de los bancos. En su análisis de la economía argentina para 2019, el FMI centra la recuperación de Argentina, en gran parte, en la confianza de los mercados derivada de la ejecución del stand–by, pero es una condición que nunca ha funcionado en épocas anteriores en nuestro país ni en otras naciones.