El FMI de siempre

Tiempo Argentino | Opinión

Por Carlos Heller

Para desmitificar: ese cuento de que el Fondo se volvió bueno, como lo sustentan los funcionarios macristas, varios economistas ortodoxos y periodistas amigos, no existe. El cambio que se produjo es que el Fondo aprendió buenos modales para disimular el desprestigio que le ocasionó su responsabilidad en las crisis de los últimos 35 años, incluyendo la de Argentina en 2001 y otras tantas a nivel mundial. Pero las políticas son siempre las mismas, tal como lo son sus costos y su previsible final.

Si la liberalización y desregulación financiera hizo revivir la frase “los mercados votan con los pies”, la decisión de volver al FMI, rechazada por la mayor parte de la sociedad, implica dejar las definiciones de las políticas públicas en manos de los países centrales. A cambio del dinero –que vendrá en cuotas, si es que viene— se exigirá una mayor restricción fiscal; un duro ajuste que, por una perspectiva electoral, el gobierno no se animaba a profundizar.

¿Dónde situar la discusión sobre la veracidad del Presupuesto que Cambiemos instalaba cuando no era gobierno, cuando los límites presupuestarios ahora provendrán del exterior? Volver al FMI va en contra del funcionamiento de la democracia.

Guillermo Calvo, ex economista jefe del BID, sostuvo tiempo atrás: “los políticos deben darse cuenta que la política tal vez llegó a su límite (…), ahora hay que convencer a los mercados”. Hay una serie de instrumentos económicos a utilizar, continúa el economista: “Uno de ellos podría ser una línea de crédito del FMI, que puede llegar a ser bastante generosa” (Infobae, 24/9/16).

Los préstamos del FMI marcaron históricamente el pulso del país. Dos citas, entre tantas, ilustran una realidad común de ajuste y dependencia.

Una de ellas remite a 1959 y pertenece al entonces ministro de Economía de Arturo Frondizi, Álvaro Alsogaray. En el recordado discurso del “hay que pasar el invierno” señaló: “Lamentablemente nuestro punto de partida es muy bajo, muchos desatinos y errores nos han conducido a una situación crítica y esos errores provienen de mucho tiempo atrás. (…) los sueldos (de los empleados estatales) no hubieran podido pagarse en su totalidad si no hubiera mediado el último depósito en dólares que nos ha hecho el FMI. Esa es la realidad triste pero histórica que deben conocer todos los argentinos. Estamos viviendo de los préstamos extranjeros”. Una arenga que tiene muchos vínculos con la pesada herencia, un típico argumento de los gobiernos conservadores para ajustar.

La segunda es más próxima en el tiempo. Al comentar la Carta de Intención con el FMI, Domingo Cavallo sostenía que la única exigencia del organismo es de “déficit cero”, y que la carta no hace foco en objetivos de crecimiento sino en metas fiscales. Además de los aumentos de impuestos, en la Carta se informa que se dispuso un recorte del 13% en salarios y jubilaciones superiores a determinados montos (500 pesos o dólares) y ahorros en la seguridad social. “El documento señala la puesta en marcha de una reforma laboral con la renegociación de los convenios colectivos de trabajo que ya vencieron para lograr mayor flexibilidad en las condiciones de empleo” (La Nación, 1/9/2001). Preocupante, aunque nada que sorprenda.

Presión por el ajuste

En la revisión del articulo IV de fines de 2017 elaborada para Argentina, los directores del FMI indicaron que “es esencial reducir el gasto público, sobre todo en los ámbitos en que dicho gasto ha aumentado en los últimos años, en particular salarios, pensiones y transferencias sociales”. Es decir, el ajuste sobre la ciudadanía más necesitada, y los efectos positivos de la herencia recibida.

Algo parecido acaban de plasmar en el reciente informe, “Perspectivas Económicas de las Américas: Aprovechar el Ímpetu”, que fue elaborado apenas antes de la decisión de Macri de volver al FMI. Respecto de Argentina se afirma: “Una continua reducción del déficit fiscal primario (mediante una mayor reducción inicial del gasto primario corriente ayudaría a anclar las expectativas inflacionarias en el marco de tasas de interés más bajas, a reducir la vulnerabilidad relacionada con las fuertes necesidades brutas de financiamiento fiscal y a encauzar el coeficiente de deuda pública en una trayectoria más sostenible. Para lograr un crecimiento más vigoroso, sostenible e inclusivo, se precisará un mayor avance del programa de reformas estructurales”. Si bien el contexto ha cambiado, el pedido de ajuste sobrevivirá, al igual que los pedidos de reformas estructurales –que poco tienen que ver con la inclusión social—, entre ellas una aún mayor apertura comercial, algo que también aparece en el texto.

Todavía no se conocen los avances de la negociación, pero el sendero a recorrer es bastante claro. Se pedirán metas fiscales casi imposibles de cumplir, que impactarán negativamente en la actividad y la recaudación. Ello implica daños en el tejido productivo, en el empleo y en la distribución del ingreso. En tanto, el nuevo financiamiento dejará un mayor tendal de deuda, una hipoteca intergeneracional que algún día costará levantar.

La inviabilidad es mayor cuanto mayor sea el ajuste a cumplir. El FMI calculó en el mencionado informe que el resultado primario (sin intereses) debería mejorar casi 6 puntos para estabilizar la relación deuda/PIB, lo cual es consistente con la cuenta que poco tiempo atrás entregó el Banco Mundial. Algo casi imposible de lograr, y con altos costos.

¿Qué puede pedir el Fondo en lo concreto? Basta ver nuevamente las revisiones del artículo IV para Argentina, que indican dónde se pondrá el foco de aquí en adelante. Uno de los principales ejes es el jubilatorio, considerando que las jubilaciones y las pensiones explican casi el 40% del gasto primario, además de un 16% de otras prestaciones sociales.

Los ejes de la última revisión fueron:

1) Cambiar la fórmula de indexación, de tal forma que se reduzca el aumento en el gasto previsional.

2) Disminuir la tasa de reemplazo (la proporción del salario de cada empleado en actividad que se toma en cuenta para el cálculo del haber jubilatorio) del 72% actual al 60% del salario promedio.

3) Avanzar hacia un sistema previsional en el que “las contribuciones de la seguridad social se acumulen en cuentas de ahorro individuales, administradas por un fondo privado que elige el trabajador”. Esta reforma, considera el Fondo, permitiría darle una mayor “sustentabilidad” al sistema. Se parece mucho al sistema de AFJP.

El modelo de Macri entra en una nueva etapa de la secuencia neoliberal y ahora se golpea a las puertas del FMI. La rapidez de los acontecimientos tal vez sorprenda a más de uno, aunque es algo lógico. Lejos está de la supuesta campaña del miedo de la que hablaba la actual coalición gobernante antes de las elecciones de 2015, o de algún tipo de mala herencia recibida: tiene que ver con la aplicación deliberada y puntillosa de la liberalización y desregulación plena que emana de los centros de poder internacional; una decisión política que tras endeudar al país en tiempo récord lo dejó expuesto a las decisiones de los mercados financieros.

El discurso de la posverdad llegó, rápidamente y de la peor manera. Todavía se está a tiempo para revertir la situación, pero eso sólo se logra con un cambio de modelo económico, apoyado por una firme reacción del pueblo, el único que puede ponerle un límite al duro e interminable ajuste.

Nota publicada en Tiempo Argentino el 13/05/2018

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