La posverdad, con los días contados

Tiempo Argentino | Opinión

Luego de leer los “Ocho puntos de la economía” mi primera reacción fue preguntar sobre la autenticidad del documento que distribuyeron funcionarios del gobierno, dada la cantidad de inexactitudes que allí se presentan. No debiera haber dudado: después de todo es un capítulo más de la estrategia de posverdad con que termina esta administración, la misma que lo acompañó durante todo su mandato.

De hecho, en 2017 comencé a incluir en mis opiniones la idea de la posverdad, tras el discurso de Mauricio Macri en la Asamblea Legislativa, que estuvo plagado de frases y datos que hacían pensar que se hablaba de Dinamarca. Paradójicamente, en ese momento el Presidente había pedido “menos relato y más verdad”, aunque en su disertación sobró relato y escaseó verdad.

En una nota que escribí para este medio (5/03/17) afirmaba que bajo el dominio de la posverdad, “los hechos objetivos influyen menos que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal. Macri utilizó los datos que le resultaron convenientes, tergiversó algunos otros, y ocultó cualquier dato que pudiera tener cualquier connotación negativa, aunque fuera importante como el aumento del desempleo o el incremento de la pobreza durante su gestión. Por el tono general puede decirse que fue un discurso orientado a las elecciones más que a la gestión. La misma orientación que los discursos de María Eugenia Vidal o de Horacio Rodríguez Larreta. Macri no dejó de hacer referencia a la herencia recibida, a la «década de despilfarro y corrupción»”.

Al año siguiente, en la Asamblea Legislativa llevada a cabo el 1º de marzo, Macri expresó la famosa frase “lo peor ya pasó”, poco antes de que comenzara una escalada del dólar y la inflación, con una aguda caída del consumo y la producción. Ya en mayo de ese año apareció la “necesidad”, según relata el gobierno, de acudir al FMI: no obstante, la sangría de divisas no paró hasta octubre de ese año, obligando a un segundo programa con el FMI.

Ya desde el primer párrafo de los “Ocho puntos” se dice: “a fin de 2019 el país está listo para crecer, sin magia, sin mentira ni ficción”. Contrasta de lleno con las últimas proyecciones del FMI, que calcula un descenso del 1,3% para el 2020, luego de la caída del 3,1% con que cerraría este año.

En el texto se dice: “hemos revertido la herencia de 2015, cuando recibimos un Banco Central sin reservas y restricciones cambiarias para importar y exportar”. Pero las reservas en ese momento no eran negativas y llegaban a los 25.000 millones de dólares. Sin embargo, las políticas macristas llevaron a la necesidad, no querida, de instalar nuevamente las regulaciones cambiarias y un reperfilamiento de la deuda pública, con una elevada magnitud de vencimientos a corto plazo.

Los propios datos del gobierno contradicen su discurso y lo vertido en los “Ocho puntos”. En el plano fiscal, se vuelve a decir que en 2015 había “un déficit fiscal brutal (7% del PIB), con presión impositiva récord”. Sobre esta base, se sostiene, el punto de partida es mucho más sano ya que el “déficit total es la mitad del de 2015”: difícil de creer. De hecho, en el informe de febrero de 2019 a la SEC, organismo con funciones de una comisión de valores de Estados Unidos, el gobierno de Macri expresaba que en 2015 el déficit fiscal financiero (el que incluye los intereses) fue del 3,8% del PIB. Son los mismos datos que se incluyeron en el prospecto del bono a 100 años (junio de 2017).

Se dice que se heredó una inflación “en ascenso”, aunque no es lo que se plasmó en el informe a la SEC, que detalla un aumento en el índice de precios al consumidor (calculado por la CABA) para todo el año 2015 de 26,9%. La administración actual está dejando al país con una inflación superior al 55%, alrededor del doble de la que recibieron.

Llamativamente, cuando se habla de un “punto de partida para 2020 mucho más sano”, por razones obvias se evita hacer mención a la problemática que se deja en materia de deuda. Otra de las omisiones es la del FMI, que en realidad sólo aparece mencionado una vez: “cuando las condiciones financieras se endurecieron –merced a la credibilidad recuperada— Argentina pudo acceder al crédito compensatorio del FMI, mucho más barato, lo que permitió cancelar compromisos con el sector privado”. No hace falta decir que la estrategia terminó saliendo mucho más cara. Por coincidencia ideológica, de las condicionalidades tampoco se dice nada, y es razonable, pues las políticas del organismo y las implementadas por el gobierno macrista tienen igual orientación.

También se sostiene que el desempleo “está en niveles similares a los que dejó el gobierno anterior”. Pero según el informe a la SEC, en el tercer trimestre de 2015 la desocupación llegaba al 5,9%. Todavía no se conoce el dato homogéneo como para comparar con rigurosidad, pero de la dinámica de la caída en la actividad económica se desprende que este año el valor sería muy superior. Basta ver por ejemplo lo que ocurrió entre el segundo trimestre de este año, que llegó al 10,6%, respecto a idéntico período de 2017 (8,7%) para darse una idea.

Más allá de la manipulación de los datos, se intenta instalar la idea de que todo venía bien hasta las elecciones y cayeron todas las plagas luego de que la ciudadanía diera un apoyo significativo al Frente de Todos en las PASO. Se dice que “el esfuerzo de este último año y medio fue muy exigente para todos. Pero no es menos cierto que veníamos recuperándonos (la actividad en julio creció 1,2% mensual y la inflación de agosto apuntaba a 1,8%), y que la incertidumbre electoral interrumpió la recuperación”. También se adjudica a las PASO la necesidad de instalar los controles cambiarios: “ahora los tuvimos que reponer, contra nuestra voluntad”, porque la gente “tiene miedo a qué pueda pasar en el futuro”.

Respecto a la actividad, el crecimiento mensual de julio se produjo luego de dos meses de caídas mensuales, por lo cual no marca tendencia. En cuanto al 1,8% de inflación prevista para agosto, tal cifra sólo proviene de los deseos de los funcionarios, puesto que en julio, un mes antes, el REM del BCRA pronosticaba un 2,4% de inflación para agosto, y ninguna cifra inferior al 2% hasta diciembre incluido. Pero, vuelvo a repetir, más allá de los datos, se intenta instalar que fueron las elecciones las que generaron los problemas, cuando el propio modelo aplicado fue el responsable. ¿Cómo explicar, sino, el aumento del IPC del 3,8% en febrero de este año y del 4,7% en marzo? O el aumento del desempleo y la pobreza en el primer semestre del año, entre otros tantos desequilibrios que evidenció la economía.

Todo esto es una construcción que, insisto, no tiene ninguna sustentabilidad. Se intenta marcar un hito del que seguramente tratarán de aferrarse cuando intenten hacer oposición. Hay que tenerlo en cuenta, para evitar que estas cifras inventadas sean tomadas como referencia para opinar en el futuro. De paso, la tan invocada “transparencia”, te la debo.

Más allá de la posverdad, quedó claro que el límite al ajuste radicó una vez más en la capacidad de resistencia de los ajustados, que lo rechazaron de manera contundente en las urnas.

Alberto Fernández es muy claro cuando describe la difícil situación del país que va a recibir y que va a tener que empezar a gobernar el 10 de diciembre. Habrá que hacer un esfuerzo más que importante, pero queda claro que la aplicación de un modelo de desarrollo con equidad, por sí mismo, generará un cambio más que positivo en la situación social y el devenir económico.

Nota publicada en Tiempo Argentino el 10/11/2019

Deja un comentario